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Noche en el cementerio

Noche en el cementerio

El niño de las estrellas

No recomendada para menores de 16 años

Noche en el cementerio

Mi nombre es Raúl, y quiero contaros esta historia para que no vuelva a repetirse. No trata sobre mí, trata sobre mi mejor amigo, al que llamaremos Tomás, para proteger a sus familiares y a todos los implicados en este relato.

Tomás y yo nos conocíamos desde prescolar. A ninguno de nosotros se nos daba bien relacionarnos con los demás, y seguramente por eso empezamos a hacernos amigos.

Recuerdo que una de las fiestas que más nos gustaba a los dos era la de Halloween. En la que nos disfrazábamos y nos quedábamos en casa viendo películas de miedo, tomando pizza y jugando a videojuegos . Esto fue así hasta el año pasado, en el que aunque tan solo teníamos 14 años, Tomás decido que ya éramos mayores para eso. 

El quería ir a fiestas como hacían los chicos populares del colegio. Y ese año, por algún extraño motivo, los chicos más populares del instituto le invitaron a ir con ellos.

Yo se lo avisé, le dije que había algo que no me olía bien en todo ese asunto. No me parecía normal que los mismos chicos que llevaban años metiéndose con él en el colegio, de pronto le aceptaran como a uno de sus mejores amigos. Pero el me acusó de envidioso. 

Tal vez si tenía envidia, sobre todo por las chicas, y en especial por Natalia Soto.

 La dulce y preciosa Natalia.

Llegó la gran noche y yo seguía insistiendo en que no fuera, pero él, estaba tan emocionado que ya, ni siquiera escuchaba mi voz.

Primero irían a la fiesta del instituto, y eso me parecía bien. ¡Pero luego al cementerio! ¡ Acaso estaban locos!. 

Yo sabía que eso era algo que preocupaba a Tomás, pero que lo haría porque no quería quedar como un cobarde. No al menos delante de Natalia, la chica más guapa del todo el pueblo.

Insistí en que no fuera mientras se arreglaba en mi casa. Ya que había dicho a sus padres que se quedaría a dormir conmigo como todos los años. Pero no hubo manera.

Le observe desde mi ventana mientras se marchaba con el resto del grupo, incluida Natalia, quien se veía preciosa con su vestido de fiesta.

Así pues, me quedé solo en casa, ya que mis padres también estaban fuera. Habían ido a la fiesta de la empresa de mi padre y no llegarían hasta bien entrada la madrugada. Me puse una peli de miedo, siguiendo nuestra tradición, mientras cenaba una pizza que esta vez sería solo para mí.

Entonces sonó el timbre de la puerta. Era el Sr. Martínez, mi vecino, que como todos los años venía a traernos sus dulces de Halloween. Era un hombre triste  y solitario pero muy  amable, siempre estaba pendiente de si algo me faltaba ya que mis padres casi nunca estaban en casa debido a sus trabajos.

Se extrañó al ver que Tomás no estaba conmigo y no me quedó más remedio que contárselo todo. Todo menos lo del cementerio, claro está. Eso hubiera hecho que hablara con mis padres, y mis padres con los de Tomás. Y en menudo lio nos hubiésemos metido. Se ofreció a quedarse conmigo hasta que llegaran mis padres, pero le dije que no era necesario y conseguí que se marchara. 

No supe hasta mucho más avanzada la noche lo que pasó en esa fiesta y en el cementerio. Pero puedo aseguraros que el chico que volvió de ese maldito evento no era mi amigo Tomás. O…. mejor dicho, Tomás no volvió solo de aquel cementerio.

Noche en el cementerio

Me sobresalté al oír el teléfono sonar de forma inesperada, justo en el momento en que un zombi estaba a punto de comerse al protagonista. Era mi amigo Tomás, se le oía realmente asustado. Me ofrecí a ir a buscarle donde estuviese pero dijo que mejor vendría él para mi casa, acepte y le esperé con impaciencia.

No tardó mucho en llegar, aunque a mí se me hizo eterno. Sabía que algo malo le había pasado, lo estuve presintiendo desde el mismo momento en el que me lo contó. No quería decirle que se lo había advertido, pero era lo único en lo que podía pensar en ese momento y estaba muy dispuesto a echárselo en cara.

De repente sonó el timbre de la puerta y al abrir me quede sin habla. !No venía solo¡

Magullado y con cara de pánico, llegó acompañado de  Natalia.

Les hice pasar dentro. Tomás apenas podía hablar, pero Natalia me contó todo lo ocurrido: 

_ A todos nos pareció excitante ir al cementerio la noche de Halloween, yo ni sospechaba lo que Carlos, Iván y Miriam tenían planeado para Tomás. No me lo contaron, sabían que se lo hubiera impedido.

Entramos todos juntos con cautela. Carlos iba el primero, por lo visto conocía muy bien el recorrido. Había previsto pasar por una tumba excavada en la que aún no había ningún féretro. Tenían todo ensayado. Alguien hizo un ruido, luego hubo gritos y todos salimos corriendo. Todos menos Tomás al que, con disimulo empujaron al agujero. 

Cuando me di cuenta de lo ocurrido ya estábamos todos fuera. Ellos no dejaban de reírse mientras yo me sentía asqueada.

Quise entrar a buscarle pero nadie estaba dispuesto a acompañarme y yo tenía mucho miedo.

Fui a la caseta del vigilante para que me ayudara. Aunque eso supusiera delatar nuestra gamberrada. No le encontraba por ninguna parte. Ya se habían marchado los demás. Me llamaron pringada y se fueron entre risas.

Yo estaba desesperada. No sé cuanto tiempo paso. Finalmente vi salir a Tomás acompañado por el guarda. Quien después de regañarnos nos dijo que nos fuéramos a casa.

Quise acompañarle a su casa pero me dijo que le trajera aquí. Tal vez sus padres deberían llevarle a un hospital.

_ Mejor no Natalia. Contesté. Sus padres no saben que ha salido con vosotros. Piensan que se ha quedado aquí conmigo viendo películas.

 

Natalia se marchó a su casa y nos quedamos solos. Yo tenía muchas preguntas. ¿Qué había ocurrido en el cementerio? ¿Por qué estaba tan asustado? Le comenté lo maja que había resultado ser Natalia, pero Tomás no tenía ganas de hablar del tema y nos fuimos a la cama.

Me acosté preocupado, me sentía muy mal por Tomás. Sin embargo, lo que realmente no se me iba de la cabeza era que Natalia había estado en mi casa y me había parecido una persona encantadora. Con ese pensamiento, me quede dormido con una sonrisa en la boca, ajeno a lo que me esperaba.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, me extrañó ver que Tomás aún no se había levantado. También me extrañó ver a Bul, mi perro, llorando y dando vueltas nervioso delante de la puerta del dormitorio en el que estaba él. 

Llame a la puerta pero no contestó. Cuando pase, vi que Tomás estaba en una esquina de la cama abrazando a su rodillas muy nervioso y asustado. Me acerque hacía él para preguntarle que le pasaba. Entonces noté como si alguien estuviera detrás de mi. Pensé que era mi madre incordiando como siempre. Pero no era así. Lo que vi me heló la sangre….

Vi con toda claridad, como uno de mis libros atravesó la habitación flotando en el aire y se colocó en la estantería de en frente. Entonces la lampara de la mesilla empezó  a apagarse y encenderse como si estuviera a punto de fundirse la bombilla. Me quede paralizado, y cundo de repente empezó a abrirse solo uno de los cajones, agarré a mi amigo de la mano y salimos pitando de allí. Di un portazo a esa habitación con la intención de no volver a entrar en ella nunca más.

_ ¿Pero…? ¿Qué está pasando? pregunté asustado. _ ¿Qué ha ocurrido ahí dentro? 

_ No lo sé_ contesto Tomás con la cara desencajada por el terror. _ Tengo mucho miedo. _ A veces siento una presencia conmigo.

En ese momento oí a mi madre gritar desde la cocina: 

_ El desayuno esta en la mesa chicos. ¿Tenéis hambre?

Sin pensármelo mucho contesté: _ Lo siento mamá, hemos quedado para desayunar fuera. Y agarrando a Tomás de la chaqueta salimos escopetados antes de que pudiera protestar. Supongo que se quedaría alucinada ya que nunca habíamos hecho algo parecido. Ni salíamos nunca a tomar nada, ni mucho menos quedábamos con alguien. Pero ya me ocuparía de eso más tarde.

Estuvimos largo rato dando vueltas sin rumbo. Intentando dar una explicación a lo ocurrido. Nosotros que siempre habíamos sido personas muy lógicas, no encontrábamos ningún sentido a lo que estaba pasando. De repente sonó mi móvil, pensé que sería mi madre con la que no quería hablar de momento y resoplé. Pero no era mi madre. Cuando vi de quien se trataba me quedé como tonto mirando la pantalla sin saber como actuar.  Tomás que también estaba viendo el móvil me dio un codazo para que reaccionara, pero como seguí sin hacerlo, me lo arrancó de la mano y contesto.

_ Hola soy Natalia. Se escuchó una dulce voz del otro lado de la línea telefónica. _ Llamaba para saber como os encontrabais.

Lo último que quería era quedar como un zumbado contándole a Natalia cualquier tema sobre fantasmas. No quería que pensase que éramos ingenuos o infantiles. Pero como fue Tomás quien contesto, empezó a  contarle a Natalia todo lo ocurrido con pelos y señales. Yo, avergonzado, no paraba de hacer gestos a Tomás para que parara, pero fue inútil. Lo bueno es que, contra todo pronostico, ella pareció muy interesada con el tema y nos propuso quedar para desayunar y hablar mas profundamente sobre ello. 

Es curioso como actúa el ser humano, aunque me aterraba todo lo que estaba pasando y no lo encontraba ninguna explicación, no hacía más que mirar hacía la puerta de la cafetería donde habíamos quedado, emocionado por ver entrar a Natalia.

Por fin llego. Tenía cara de sincera preocupación. _ Cómo estáis chicos, empezó. Tenéis que contarme todo con detalle. Aunque no mucha gente cree en estas cosas. _ Hizo una pausa. _ Yo sí. Así que no tengáis cortapisas a la hora de contarme lo ocurrido.

Estuvimos horas hablando del tema. Natalia estaba entusiasmada, lejos de asustarse o tomarnos por locos, era un tema que la resultaba  apasionante. Claro esta, ella no lo había vivido como nosotros. Quiso ver la habitación en la que se habían movido los objetos, e insistió mucho al respecto. Así que no me dejo alternativa y fuimos a mi casa. 

Por si mi madre no estaba lo suficientemente alucinada con lo del desayuno, cuando nos vio aparecer con una chica se quedo con la boca abierta.

No hubo mas sucesos paranormales por más que yo lo desease, pero aún así, Natalia no perdía el entusiasmo. Hasta a Tomás le vi más optimista y relajado desde que Natalia se involucró en el tema. Pasamos todo el fin de semana los tres juntos, cosa que a mí me tenía encantado. Y analizamos todas las teorías posibles al respecto de lo ocurrido. Si había sido un alma atormentada que se le había pegado a Tomás. Tal vez Tomás podría, sin saberlo, tener poderes telequinéticos. O quizá era un demonio al que habíamos molestado en el cementerio. 

Tomás me pido quedarse a mi casa a pasar el fin de semana ya que, si era cierto que tenía un ente ligado a el, temía ir a su casa en la que convivía con su hermana de tan solo 6 meses.

 

No hubo más incidentes en lo que quedó del fin de semana,  lo que hizo que Tomás y yo nos sintiéramos mas tranquilos, casi a punto de olvidar todo lo ocurrido. Pero cuando llego el lunes tuvimos que enfrentarnos a la cruda realidad. El rumor se había corrido por toda la  escuela y se notaba claramente como los demás chicos cuchicheaban entre risas por los pasillos

A mí me daba mucha pena la situación con mi amigo. Intenté que no les hiciera caso y siguiera como si nada. A fin de cuentas ya estábamos ambos muy acostumbrados a las continuas burlas de nuestros compañeros.

Pero llegó la hora del comedor. Donde nos juntábamos todos sin tanta vigilancia y paso lo inevitable. 

Yo sé que mi amigo estaba muy estresado, aún no había superado el trauma de la bromita y ahora además tenía que aguantar las burlas de todo el colegio. Pero jamás pensé que iba a reaccionar así. Jamás pensé que sucedería lo que sucedió.

El detonante fue cuando Carlos y sus secuaces aparecieron entre risas y se acercaron a Tomás. Carlos le dijo algo al oído e Iván le puso la zancadilla haciéndole caer.

Cuando Tomás levantó la cabeza del suelo, su expresión no parecía ni humana. Jamás había visto a mi amigo tan furioso. Hasta el grupito de Carlos reculo al verle así.

Tenía los ojos inyectados en sangre y emitía unos rugidos como si fuera un animal a punto de atacar.

 Y entonces sucedió.

 

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Esta entrada tiene 2 comentarios

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